la neurosis de ser yo

viernes, diciembre 24, 2004

Me importa tres carajos la Navidad...

... la Nochebuena, los papá noeles truchos y la decoración barroca de los shoppings (lo único q vale la pena son los fuegos artificiales!!!!). Sin embargo, disfruto la Navidad con locura porque es la oportunidad de ver a toda mi familia que está desparramada por todo el país. Mis primos hacen bromas, tía Mirca hace el mejor vithel tonné del planeta, mamá trae chorizos de mi pueblo natal (artesanales, hecho por otro de mis primos) y los hijitos de mis primos están enormes y quemo película haciéndoles fotos y nos cagamos de risa y brindamos y jugamos y nos reímos más todavía. Me cago en el marketing de las fiestas pero celebro la reunión familiar. Entre tanta neurosis capitalina, respirar un poco de "interior", simpleza, chistes tontos, niños correteando... bien valen la pena.

jueves, diciembre 16, 2004

Yo, la más boluda de todas

Camino por Santa Fe de vuelta a mi casa. Tarde. Once y pico de la noche. Una chica me llama la atención. Tiene el mismo (pero el mismo el mismo) corte de pelo que yo. Viene caminando del brazo de un chico, que cuando me ve me dice "adiós" muy sonriente. Reverendo hijo de mil puta.
Flashback: cena en un barcito de por acá cerca muy cool. Cervecita. Charla intimista. "¿Estás casado?" "Separado. Mi mujer vive en NY con mi hija".
Dos semanas después, en el msn: "¿Me das tu te?" "Es que la madre de mi hija está acá y no quiero que te sientas incómoda". Ajá
Una semana después: "¿En serio estás separado?" "¿Cómo me preguntás eso? ¿Acaso no me creés?"
Me gané el premio Clarín a la boluda del año, sin dudas.

martes, diciembre 14, 2004

Verdad furiosa # 1

Nunca (pero nunca nunca) camines descalzo y a oscuras en una casa que no conozcas. (Me estrolé un dedito del pie... snif snif).

sábado, diciembre 11, 2004

Suerte

Yo soy de las personas que en la fiesta de fin de año de la empresa, si me gano algo en el sorteo, seguro que no asistí y lo sortean de nuevo.

viernes, diciembre 10, 2004

La buena acción del día

Puse a mi peluquero en mi lista de "no admitir" en msn.
Me siento una adicta recuperada.
Igual... temo a las recaídas.
Tonta, mil veces tonta.

Hoy tuve una sensación que no recuerdo haber tenido desde la adolescencia... humillación. Estaba yo en mi trabajo temporario de "asistente de seguridad" (con uniforme de botón y todo) y me encuentro con un camarógrafo con el que laburé en canal 13. Y me quise matar. Al principio me hice la boluda y después "ma' sí, yo lo saludo". Y resultó ser que una de las productoras tenía una credencial que no era la de ella y tenía miedo de que no la dejaran pasar así que le enseñé un truquito para burlar la seguridad. Un productor nunca pierde las mañas. (Espero que ninguno de mis jefes lea este blog!!!!). Y así de la nada me encontré cantando "I can't stop breaking down again" (Brave Face... de quién era ese tema?) y se me caían las lágrimas. Nunca hay que subestimar al inconsciente. Cuando salieron me puse a conversar un rato con ellos y tiré los perros "si necesitan una productora..." y blah... Ahí me sentí un poquito mejor. Pero la cancioncita no desapareció de mi cabeza.
Les digo... si seguimos así, el único laburo que vamos a encontrar es el de vigilador. Es mi pesadilla de estos días.

jueves, diciembre 09, 2004

Disyuntiva

El sábado fui a la peluquería a acompañar a mi madre y el muy hijo de puta (resguardaré su identidad porque es el mejor peluquero que he tenido en mi vida y quiero seguir siendo su clienta) ni cinco de bola. Pero nada. Y me dolió, qué joder. Está bien que yo corté la historia pero bueno...
Hoy a la noche me clickea en el msn (lo borré de mi lista para no enterarme cuándo está on-line y no sufrir como una perra) y transcurre el siguiente diálogo:

xxx says:
hola

xxx says:
estás?

colette says:
cómo estás?

xxx says:
me gustó mucho verte el otro día

colette says:
gracias

xxx says:
estabas muy linda

xxx says:
muy

colette says:
es el pelo

colette says:
jajaja

xxx says:
se ve que te hace bien no verme

xxx says:
bueno, era eso nada más

xxx says:
no quiero molestarte

xxx says:
te mando besos

xxx says:
muchos

colette says:
besos

Y todavía no me decido si es el hombre más histérico del mundo o un simple pelotudo. (O la pelotuda soy yo, les ahorro el comment).

Tránsito inactivo

Mis uñas perdieron su forma gatúbela gracias al bolso de una americana repleto de vaya a saber qué que pesaba una tonelada así que me las despinté, las limé cortitas y redondeadas (como dice la Elle de diciembre que está re in ahora) y cubrí de reforzador. Al mediodía armé mi bolsita y me fui a trabajar, previo engulle de un sandwich de la panadería de abajo así a las apuradas. En el 152 había un adolescente rodeado de cinco monjas de inmaculado blanco. No pude saber si la mirada del chico era de desconcierto o de temor. La camiseta de Brasil confundió a un policía que creyó que yo no era de estas pampas. La policía federal es muy amable con los extranjeros. La lluvia de la tarde atajó a un montón de africanos a la salida del centro de convenciones y ahí descubrí que son un pueblo temeroso de la lluvia. Una señora egipcia me contó que se siente como en su casa en nuestro país. Esto incluye a los taxistas mafiosos y a la tasa de desempleo. Ellos tienen las pirámides y nosotros el obelisco. Sólo nos diferencia la tasa pluvial. A la tardecita espié un show de fuegos artificiales así decoté mientras el helicóptero de canal 9 tenía ubicación vip. Más tarde engullí un chori con chimichurri en la esquina de Juncal y Oro mientras disfrutaba de un embotellamiento y una coca light. Mr. Kuno no vino a solicitarme que le pidiera un taxi. Eso me entristeció. Era lo más divertido del día. Una señora me contó que en las salas de conferencia hace mucho mucho frío. Y yo me muero de calor al lado de esa puerta. Y mis ovarios se cocinan al lado de la máquina de rayos x. Siento que gritan mientras se achicharran, los pobres. Cuando me iba, un chico de catering me regaló un brownie. Me ofreció también una coca pero me pareció too much. Mañana, tal vez. En el camino a casa me mojé. Son apenas quince cuadras. Tardo más esperando un bondi que caminando. Taxi todos los días no se puede. Aproveché y me comí un helado en Trieste. En casa puse a lavar mi camisa y mis uñas volvieron a absorber esmalte rojo furioso. Ahora me siento más yo. Y posteé. Descubrí que me gusta más escribir en el bloc de notas que en word. Y fumé muchos luckies. El tránsito inactivo de mis planetas que auguraba mi horóscopo dejó postales. Y tal vez no esté tan mal.

miércoles, diciembre 08, 2004

Gershwin

Gershwin duerme sobre el acolchado de mi cama, arrullada por el tac-tac del teclado. A veces me doy vuelta y le chisto, sólo para verla levantar la cabeza y mirarme con ojos somnolientos. Si lo hago más de dos veces, apenas si mueve las orejas, pero no me hace caso. Sabe que lo único que hago es molestarla. Sé que después me enojo cuando es ella la que me molesta a mí, trepándose por mis piernas o mordiéndome las manos, pero no me importa. Me gusta insistir. Le vuelvo a chistar. Nada. Empiezo a llamarla por su nombre y mueve la punta de la cola “sí, ya sé que me estás llamando a mí”. Luego la llamo con todos los nombres cariñosos que uso con ella: “bichito de luz”, “aparatito mío”, “zapato”, “putita”, “perra”. Apenas la puntita mueve la muy turra y sigue con el hocico apoyado entre las patas, en esa forma de ovillo en busca de calor en que se convierten los gatos cuando duermen.

horóscopos

"Hoy no hay un tránsito activo. Ésta es una situación inusual, pero puede ocurrir, porque un cálculo de tránsitos es un proceso muy individual. Hoy será un día normal, sin acontecimientos notables, y tampoco habrá distracciones de su trabajo diario. Al final del día se dará cuenta de que no hubo nada espectacular. "
Eso decía mi horóscopo en el día de hoy y me deprimió. Porque leer que nada espectacular va a pasar este día es como leer "va a ser un día de mierda más como el resto de tus días, flaca, así que bancátela". Prefiero que me mienta, que me diga que voy a conocer al hombre de mi vida o ganar el quini (aunque no juegue nunca). Sé que al final del día nada de eso va a pasar, pero al menos el día se hace más interesante. Pero que me diga "nena, podés olvidarte de este día"... naaaa... me muero del embole.

viernes, diciembre 03, 2004

No todo es lo que parece

Nueve de la noche, 28 soporíferos grados, cervecita en Plaza Dorrego. Los infaltables bailarines de tango, el mimo que da vueltas y no sabemos para qué, los que te quieren vender bijouterie, los que te piden una moneda, la que te vende una flor “para la dama”, la fauna habitual de esta ciudad. Conversación amena y tranquila y un chico que se acerca caminando con un “bichito” que corretea entre sus brazos. Y la mina, que “bicho veo bicho quiero”, (aclaro: esto no se aplica a los hombres) “ay, qué lindo, ¿qué es? ¿lo puedo tocar?” absolutamente extasiada con esa criatura inquieta. Y el pibe “sí, es un mapache y blah” y me hace un verso y lo toco y es raro porque no tiene temperatura de bicho pero “bueno, es tan peludito, a lo mejor no se le nota” y miro a mi amigo para ver si él comparte la misma fascinación que yo y veo que tiene su mano en la boca tapando la carcajada incipiente y ahí entiendo todo. Y me siento la mina más tonta del planeta, ¿hace falta aclarar? Y me avergüenzo y me entro a reír a carcajadas porque no puedo creer que haya caído en la trampa más vieja del mundo, “sho que soy taaaaan inteligente” y pido disculpas y mi amigo me da un beso en la frente y me dice “Te envidio. Por un momento tuviste cinco años y brillabas de asombro. Ojalá todos tuvieran esa frescura” y yo “Sí, pero soy una tarada” y me seguía riendo como hacía mucho que no lo hacía. Y sí, primero sentí vergüenza y después me reconcilié con mi parte tonta e ingenua y “ma’ sí... soy así y a veces es divertido y vale la pena volver a tener cinco años".
Así que ya saben, lamento haberle cagado la sorpresa a alguno pero el mapache de Plaza Dorrego es de mentirita.

martes, noviembre 30, 2004

cold pray

don’t panic
just shiver

he spies
your sparks
of yellow

trouble
with parachutes

the high speed
that we never change?

everything’s not lost

look for the hidden track


una vez... fumada... vi poesía en la lista de temas de "parachutes" de coldplay
a veces me pega peor

hoy quisiera ser otra persona

Estuve leyendo turra. Mucho, mucho de su material. Un amigo me mandó archivos viejos y yo “dale, así me inspiro”, porque estoy deprimida y necesito estímulos “pero siempre exteriores, nunca encontrás el motor propio” dice mi terapeuta y resulta que me deprimí más porque lo de ella es genial y lo mío es una mierda y entonces me pregunto para qué carajo se me ocurrió inaugurar este blog y a quién mierda le importa lo que yo escribo y escribo mis posts en word y después hago copy + paste de insegura que soy y me dije “voy a postear como ella, a modo de tributo de fan gorda y gritona” y resulta que lo releo y también es una mierda pero lo voy a postear igual porque necesito que los demás vean que puedo ser muy tonta a veces y eso no tiene que importarme. Me lo recomendó mi terapeuta.

miércoles, noviembre 24, 2004

Diálogos

Kundera dice en “La Insoportable Levedad del Ser” “El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores. (...) No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo.”
No soy buena para las improvisaciones. Me anulo. Me asusto. Hice teatro en una época y me freakeaba cada vez que tenía que improvisar. Y en la vida real... lo mismo. Detesto la rutina pero también detesto esos momentos en los que lo concreto me supera y me deja al desnudo. Y esta vez tiene que ver con las conversaciones.
Propongo algo: Si dos o más personas tienen que tratar un tema importante, algo de lo cual todo lo que se diga tenga una importante incidencia en su vida de ahí en más, hagamos un ensayo. Escribamos nuestros bocetos, hagamos listas de lo que queremos decir y lo que no, visualicemos la escena, el decorado, la postura corporal. Para que no haya malos entendidos. Para que todos digamos todo lo que tenemos que decir. Para que cada uno vuelva a su casa con la sensación de que se supo comunicar con el otro.
Para que yo no me quede como ahora, revisando cada línea de un estúpido diálogo donde no nos dijimos nada y sin embargo nos dijimos mucho y, una vez más, no nos comunicamos.

martes, noviembre 23, 2004

Diario

A los diez años tuve mi primer diario, regalo de mis padres a instancias de una terapia temporal a la que asistí por mi falta de integración social. Se suponía que me serviría para descargar mis angustias. Era un pequeño cuaderno forrado en seda roja con arabescos dorados. Un objeto demasiado delicado para ser garabateado por la terrible caligrafía de la niñez. Volví a leerlo una vez, hace un par de años, en una visita a la casa de mis padres. Una tarde de esas en las que uno siente ganas de reencontrarse con la persona que era en busca de claves para seguir adelante. Encontré miedo y una exagerada tendencia a la fantasía. Me dio más vergüenza que ternura. A los doce tuve el segundo. Un cuaderno Rivadavia rayado de 98 hojas, costumbre que no abandoné nunca. Lo forré con esmero en papel afiche rosa y llené de calcomanías de My Melody, Hello Kitty y Ziggy. La caligrafía había mejorado. Sólo escribía en él con mi lapicera a fuente de tinta azul y subrayaba las fechas con marcador rosa, verde pálido o celeste. En él empezaban a evidenciarse las cuestiones más complejas de la vida como con quién había bailado lento en el asalto de fulana o si uno de los chicos gustaba de mí. El tercero vino a los quince y estaba forrado en papel plateado con un garabato en aerosol verde. La birome, cualquiera, reemplazó a la lapicera y la caligrafía fue dejando su redondez. Estaba lleno de rabia. A los diecisiete estrenaba el cuarto y ya no tenía ninguna cubierta, apenas unos símbolos que se repetían de modo aleatorio dibujados en birome. Estrellas y un fantasma que se atravesaba la cabeza con un cuchillo. Mi estado de ánimo era evidente, supongo. Lo abandoné a los veinte, porque sí, dejando muchas páginas en blanco. Casi un adelanto de lo que seguiría. No me lo planteé en ese momento. Ahora diría que coincidió con dos hechos importantes de mi vida: uno) empecé terapia; dos) Un personaje de mi vida que mejor ni menciono.
Ahora reincidí en la costumbre. Otra vez a instancias de mi terapeuta.
Debido a mi “síndrome de distorsión de la realidad” necesito llevar un relato de los acontecimientos, analizados con la capacidad de observación del momento, que me permita anclarme. Eso. Un ancla, saber dónde estoy parada, de dónde vengo y a dónde quiero ir. Y necesito recurrir a él cuando pierdo el horizonte buscando falsas quimeras.
Lo que me han planteado, no sin justa razón es ¿por qué en papel? Con lo maravillosa que es la tecnología y las ventajas de los archivos digitales y blah blah. Lo confieso, soy una romántica a la antigua. Me gusta el papel, su textura, su olor. Me gusta embadurnarme las manos de tinta cada vez que cargo mi Rotring 0.3, recuerdo de mi pasaje por el CBC de Diseño de Imagen y Sonido. Fantaseo con la idea de que mis nietos descubran esos cuadernos de acá a cuarenta años y conozcan a su abuela desde otro lugar.
¿O no me digan que nadie lloró hasta las lágrimas con “Los Puentes de Madison”?

lunes, noviembre 22, 2004

Jugar

Somos bichos lúdicos
Jugamos a las escondidas
Al gato y al ratón.

Jugamos a ser otros
Nos disfrazamos de pieles ajenas
Nos divierten los laberintos
Y los actos de magia.

Cuando el juguete se rompe
Compramos otros juguetes
Cuando el juego nos aburre
Inventamos otros juegos
O nos volvemos a casa.

Los compañeros cambian
Las escenografías cambian
Los juegos son los mismos
Y cada cual atiende el suyo.

sábado, noviembre 20, 2004

Biromes

Las biromes tienen vida propia. Me pasa que a veces me enamoro de una de ellas por un par de días. Es que la encuentro por ahí, la pruebo y me da esa sensación de placer al usarla que la tengo que conservar. Pero un día desaparece. La extraño. Sin dudas. La busco por todos lados. La llamo. La muy turra no da señales de vida. Pero encuentro reemplazante. A veces tardo un par de días en eso. Y cuando logro olvidarla, tiene la indecencia de aparecerse en el lugar menos registrado, trayéndome recuerdos de historias, cuentos antiguos. Entonces no puedo evitar la necesidad de amarla de nuevo.

Corolario: No vuelvas. No vuelvas sin razón. Porque no tengo la fuerza necesaria para estar a un millón de años luz. Y además, esta es mi casa.

viernes, noviembre 19, 2004

Suspensión

Gotas que resbalan por una ventanilla y yo las sigo con la mirada. Su caída es inevitable. A veces son barridas por el viento y una gota se une a otra y el peso de ambas hace que caigan más rápido. Detrás de las gotas se sucede el paisaje. Árboles en hileras, una casa, alambrados y campos sembrados y las gotas vuelven en foco y ninguno de los dos planos cambia y cambia todo el tiempo. Es una sucesión constante de las mismas cosas. Lo ordinario, la previsibilidad ¿es eso lo extraordinario?.
Llegar a destino rompe el hechizo. La magia es el viaje, las ansias de llegar, no el hecho de llegar el sí.
El viaje es el estado de suspensión donde todo es posible y nada es probable. Podría pasarme en ese estado por el resto de mi vida, mirando gotitas caer por la ventanilla y árboles y alambrados sucederse uno tras otro, previsibles, como la decepción de llegar.
Llegar es el fin de la ensoñación y el comienzo de lo concreto. La toma de conciencia de que hay una realidad con la que hay que interactuar. El viaje es mirar desde cierta distancia y pasar a la velocidad suficiente para no involucrarse. El viaje es pasivo, contemplativo. Llegar requiere acción, tomar decisiones.
¿Llegar es inevitable?
La suspensión es como el útero materno. Como equilibrar el lastre a diez metros de profundidad mirando el paisaje subacuático. El sol filtrándose, las plantas meciéndose al compás de las corrientes, los peces nadando como si estuvieran de paseo. Y uno sólo tiene que respirar y controlar el tanque de vez en cuando.
Y la paz es absoluta.


NdR: Sí, ya sé, en algún momento el tanque se acaba. Y bueh...

miércoles, noviembre 17, 2004

Voyeur amateur

Todos los días lo miro a través de mi ventana. Mis amigos me dicen que estoy loca, obsesiva, que deje de espiarlo... Y para mí es un placer culposo. Me gusta mirarlo abstraído en su labor. Me cuido de que él no me vea. Aunque a él le gusta que lo mire, lo sé. Pero a mí me da vergüenza. Es como comer a escondidas. No sé qué gano con este juego solitario. No sé si lo hago para ganar algo, tampoco. Es como una droga, me hace mal y me hace bien a la vez. Pero hay algo en la fruición de mirar al otro. Es como poseerlo de algún modo.
¿Qué nos lleva a mirar algo que nos gusta? La fantasía de imaginar conseguirlo, por ejemplo. Y el desafío. La tarea que conlleva obtener eso que tanto ansiamos. ¿Y si fracasamos en nuestro intento? El olvido. Un tiempo de duelo y pataleo por aquello que creíamos nuestro por derecho. ¿Y si tenemos éxito? Yo tiendo a creer que una vez obtenido lo que quiero, el objeto del deseo pierde su encanto ipso facto.
Será que me gusta mirar chicos lindos y nada más. O que tengo la (no tan) secreta fantasía de que esta historia tenga un happy ending con perdices y todo. Bah... ni siquiera sé si me gustan las perdices.

martes, noviembre 16, 2004

Empecemos por el principio

“Es hija única y encima es zurda”, dijeron las monjas del colegio en el cual comencé mi educación (?) a la tierna edad de cuatro años. Desde muy pequeña supe que lo mío no sería un caso fácil.
A causa de no tener hermanos logré desarrollar una tozudez y una facilidad para el capricho que aún conservo. No soy adepta a las competencias, concursos ni deportes grupales. Socializar implica elección, elección implica la posibilidad de perder (al menos en mi diccionario), con lo cual pasé muchas horas de juego solitario que dejaron en mí un gusto por el aislamiento y un vasto entrenamiento en imaginaciones varias, las cuales sin duda influyeron en mi posterior dedicación al mundo audiovisual.
Las aglomeraciones me seducen, los grupos reducidos me intimidan. Me gusta observar a las personas y detesto que ellos me observen. Cuando esto ocurre, enseguida pienso que estoy haciendo algo mal, se rompió el cierre de mi pantalón o algo desagradable cuelga de mis fosas nasales. Luego de muchos años de terapia logré perderle el miedo a la condena social, costumbre muy arraigada en mí dado que los primeros diecisiete años de mi vida transcurrieron en un pequeño pueblo, del que sospecho David Lynch se inspiró para hacer Twin Peaks.
Antes, cuando aún tenía estado físico, era una gran adepta a las fiestas salvajes y a la trasnoche extendida. Ahora, la edad y otras cuestiones, han hecho de mí un espécimen más hogareño. El mejor plan que me pueden ofrecer: pizza, una buena peli en dvd (la saga completa de El Padrino, por ejemplo) y una grata compañía.
A pesar de mi placer por el humor, suelo carecer de él a menudo. Mis ánimos fluctúan en un continium como si mis hormonas no lograran ponerse nunca de acuerdo. Puedo ser sumisa y tolerante ante un cretino jefe o explotar de furia incontenible porque de un torpe movimiento dañé mi esmalte recién pintado. Como mi terapeuta suele repetir, tengo un problema con las prioridades.
Soy miedosa, inconstante, a veces vaga e indolente, aunque sé tapar todo esto con una máscara de “mujer puede-lo-todo” que me suele costar más de una insoportable migraña. Llevo años tratando de desenmascararme, aún así, sigo mintiéndome de vez en cuando. Como cuando era adolescente y me enamoraba de un chico simplemente porque era lindo y entonces no había razón por la cual no debiera ser caballero, atento, maduro, responsable y todas aquellas cosas que esperaba de un hombre. Lo cierto es que mi adolescencia se demoró más de lo aconsejable entonces mis romances, hasta no hace mucho, eran los más maravillosos, efímeros e inexistentes de los disponibles en el mercado. Después acepté que los hombres son seres normales (bueno, a veces) y que antes de comprar había que examinar con mucha minuciosidad la mercadería porque si bien el producto era retornable, el importe no.
Le tengo tanto odio a mis debilidades como a mis kilos de más, ésos que siempre intento bajar los lunes mientras preparo una gelatina que sólo servirá para criar hongos.
Estoy empezando a convivir con mi fragilidad, aunque por el momento duerme en la cocina. En mi cama prefiero a mi gata, que si bien es malhumorada como la dueña, por las noches sabe abrigarme los pies. A decir verdad, prefiero un novio pero bueh... está difícil el mercado (O yo estoy difícil, para qué engañarnos).
Me cuesta hablar bien de mí misma, siento que si lo hago estoy faltando al voto de humildad, que por otro lado nunca tomé. En general, siento que soy un ser insoportable y que mis afectos me toleran vaya a saber uno por qué. Pero eso tiene que ver con mi baja autoestima, una cualidad que aún con los años de terapia no he logrado erradicar. Creo que tengo algunos talentos, aunque suelen estar más visibles para los demás que para mí misma. Debería trabajar un poco más en esto.
Si escribiera el guión de lo que desearía fuera mi vida lo primero que elegiría sería ser flaca, por sobre todas las cosas. Después, una talentosa directora de cine que se pasea por el mundo dirigiendo películas. No elijo el estrellato, no. Me conformo con aportar mi visión del mundo y que otros se sientan reflejados en ella. Un compañero a mi lado, de ésos con los que uno puede discutir y amigarse y crecer por caminos similares. No escapo al “síndrome Susanita”, siendo hija única, quisiera por lo menos tres hijitos, a los que educaría con la libertad e independencia con la que a mí me criaron, mientras me abrían las puertas a todo aquello que estaba al alcance de mis padres. Sería muy egoísta y trataría de influirlos a toda costa para que se dedicaran al arte. Cercana a los sesenta y pico, o más, depende cuánto me aguante el cuerpo y el espíritu, me gustaría retirarme a algún lugar muy tranquilo y modesto, una casita a orilla del mar en Cerdeña, por ejemplo, y dedicarme a escribir, leer y gozar de los frutos de una vida que, espero, no transcurra en vano.
En cuanto a lo de ser zurda, la única terrible consecuencia en mi vida es un desconcierto constante con todo aquello que funciona a rosca.

sábado, noviembre 13, 2004

Uau, tengo mi blog!!!

Y sí... caí en la fiebre nomás. Ahora siento escalofríos, temblores, tengo pesadillas... mamá!!!!! Naaaa... esto va a ser divertido.
Como leí una frase una vez por ahí "Algo saldrá de esto, confío en que no sea sangre humana".

Acerca de mí

Buenos Aires, Argentina
esmalterojofurioso@gmail.com