la neurosis de ser yo

jueves, diciembre 09, 2004

Tránsito inactivo

Mis uñas perdieron su forma gatúbela gracias al bolso de una americana repleto de vaya a saber qué que pesaba una tonelada así que me las despinté, las limé cortitas y redondeadas (como dice la Elle de diciembre que está re in ahora) y cubrí de reforzador. Al mediodía armé mi bolsita y me fui a trabajar, previo engulle de un sandwich de la panadería de abajo así a las apuradas. En el 152 había un adolescente rodeado de cinco monjas de inmaculado blanco. No pude saber si la mirada del chico era de desconcierto o de temor. La camiseta de Brasil confundió a un policía que creyó que yo no era de estas pampas. La policía federal es muy amable con los extranjeros. La lluvia de la tarde atajó a un montón de africanos a la salida del centro de convenciones y ahí descubrí que son un pueblo temeroso de la lluvia. Una señora egipcia me contó que se siente como en su casa en nuestro país. Esto incluye a los taxistas mafiosos y a la tasa de desempleo. Ellos tienen las pirámides y nosotros el obelisco. Sólo nos diferencia la tasa pluvial. A la tardecita espié un show de fuegos artificiales así decoté mientras el helicóptero de canal 9 tenía ubicación vip. Más tarde engullí un chori con chimichurri en la esquina de Juncal y Oro mientras disfrutaba de un embotellamiento y una coca light. Mr. Kuno no vino a solicitarme que le pidiera un taxi. Eso me entristeció. Era lo más divertido del día. Una señora me contó que en las salas de conferencia hace mucho mucho frío. Y yo me muero de calor al lado de esa puerta. Y mis ovarios se cocinan al lado de la máquina de rayos x. Siento que gritan mientras se achicharran, los pobres. Cuando me iba, un chico de catering me regaló un brownie. Me ofreció también una coca pero me pareció too much. Mañana, tal vez. En el camino a casa me mojé. Son apenas quince cuadras. Tardo más esperando un bondi que caminando. Taxi todos los días no se puede. Aproveché y me comí un helado en Trieste. En casa puse a lavar mi camisa y mis uñas volvieron a absorber esmalte rojo furioso. Ahora me siento más yo. Y posteé. Descubrí que me gusta más escribir en el bloc de notas que en word. Y fumé muchos luckies. El tránsito inactivo de mis planetas que auguraba mi horóscopo dejó postales. Y tal vez no esté tan mal.

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Buenos Aires, Argentina
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