la neurosis de ser yo

viernes, diciembre 03, 2004

No todo es lo que parece

Nueve de la noche, 28 soporíferos grados, cervecita en Plaza Dorrego. Los infaltables bailarines de tango, el mimo que da vueltas y no sabemos para qué, los que te quieren vender bijouterie, los que te piden una moneda, la que te vende una flor “para la dama”, la fauna habitual de esta ciudad. Conversación amena y tranquila y un chico que se acerca caminando con un “bichito” que corretea entre sus brazos. Y la mina, que “bicho veo bicho quiero”, (aclaro: esto no se aplica a los hombres) “ay, qué lindo, ¿qué es? ¿lo puedo tocar?” absolutamente extasiada con esa criatura inquieta. Y el pibe “sí, es un mapache y blah” y me hace un verso y lo toco y es raro porque no tiene temperatura de bicho pero “bueno, es tan peludito, a lo mejor no se le nota” y miro a mi amigo para ver si él comparte la misma fascinación que yo y veo que tiene su mano en la boca tapando la carcajada incipiente y ahí entiendo todo. Y me siento la mina más tonta del planeta, ¿hace falta aclarar? Y me avergüenzo y me entro a reír a carcajadas porque no puedo creer que haya caído en la trampa más vieja del mundo, “sho que soy taaaaan inteligente” y pido disculpas y mi amigo me da un beso en la frente y me dice “Te envidio. Por un momento tuviste cinco años y brillabas de asombro. Ojalá todos tuvieran esa frescura” y yo “Sí, pero soy una tarada” y me seguía riendo como hacía mucho que no lo hacía. Y sí, primero sentí vergüenza y después me reconcilié con mi parte tonta e ingenua y “ma’ sí... soy así y a veces es divertido y vale la pena volver a tener cinco años".
Así que ya saben, lamento haberle cagado la sorpresa a alguno pero el mapache de Plaza Dorrego es de mentirita.

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