la neurosis de ser yo

miércoles, diciembre 08, 2004

Gershwin

Gershwin duerme sobre el acolchado de mi cama, arrullada por el tac-tac del teclado. A veces me doy vuelta y le chisto, sólo para verla levantar la cabeza y mirarme con ojos somnolientos. Si lo hago más de dos veces, apenas si mueve las orejas, pero no me hace caso. Sabe que lo único que hago es molestarla. Sé que después me enojo cuando es ella la que me molesta a mí, trepándose por mis piernas o mordiéndome las manos, pero no me importa. Me gusta insistir. Le vuelvo a chistar. Nada. Empiezo a llamarla por su nombre y mueve la punta de la cola “sí, ya sé que me estás llamando a mí”. Luego la llamo con todos los nombres cariñosos que uso con ella: “bichito de luz”, “aparatito mío”, “zapato”, “putita”, “perra”. Apenas la puntita mueve la muy turra y sigue con el hocico apoyado entre las patas, en esa forma de ovillo en busca de calor en que se convierten los gatos cuando duermen.

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Buenos Aires, Argentina
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