Sobreviví al 2004, al bisiesto, a las fiestas familiares, a la falta de trabajo, al exceso de trabajo, a mis depresiones varias, a mis relaciones fallidas y tortuosas, a la psicosis familiar de cada año...
Es inherente en mí mirar para atrás y, al compás del recuerdo velado, sacar la conclusión de "si sobreviví no fue para tanto". Y empezar a temer por lo que viene. Y preocuparme por todo aquello que un caprichoso calendario me obliga a dividir entre antes y después. Y en tratar de recordar los errores para no volver a cometerlos estúpidamente de nuevo. Para que después la vorágine de lo cotidiano me devore y haga olvidar (o dejar de lado) los deseos que pedía mientras me tomaba una copita de champagne (o varias) y las promesas y planes que trazaba el 1° de enero, mientras intentaba hallar un momento de introspección sumergida en la pileta donde mis primitos jugaban escandalosamente al marco polo. Planes y esquemas que disfruté trazando y pocas veces llevaré a cabo aunque una de las promesas de este año sea precisamente "llevar a cabo". Y sin embargo es un espacio mental y espiritual necesario. Una especie de barajar y dar de nuevo que pone en perspectiva mi existencia y mantiene a raya durante unos instantes a los monstruos. Porque cuando hay planes hay camino posible por recorrer y cuando hay deseo hay combustible para afrontar el viaje.
la neurosis de ser yo
domingo, enero 02, 2005
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