The times they are A-changin'

Empezó porque me di cuenta de que me divertí más jugando a dígalo con mímica con un niño de cinco años que en esa fiesta que prometía ser la quintaescencia de la diversión. Y mientras miro el ir y venir de mi roommate que vive en un constante estado de "wild on" me sorprendo diciéndome a mí misma "qué alivio que ya pasó eso para mí". Después de apagar tantos incendios y de vivir en constante emergencia, llegó el tiempo del solaz, la quieta calma que a veces inquieta, pienso, para después agregar "¿y ahora qué?". Ahí se cuela mi terapeuta diciendo "siempre te estás adelantando a las cosas, olvidándote del proceso". Yo no sé cuándo empezó el proceso pero está. Porque en mi yo anterior (el yo de ahora no es el mismo desde hace un tiempo) tranquilidad era sinónimo de aburrimiento. Haber crecido en un pueblo mediocre debe haber sido una de las causas de tal conclusión. El interrogante de estos días es "¿cómo una adicta a la adrenalina y el constante cambio disfruta de la quietud?". Y me sorprendo a mí misma again descubriendo que el equilibrio de este último tiempo sabe más delicioso que los descontroles de los tiempos antiguos. Y yo digo "es la edad..." y mi terapeuta "dejate de joder con ese condicionamiento tramposo de la edad. Sos vos. Punto."
¿Seré yo?.