construir una casa
vivir en ella
reparar sus fisuras
limpiar los utensilios usados
ubicarlos en su lugar
disfrutar la tarea realizada
apostar al "morto qui parla"
esperar
saber el resultado
jugar con las palabras
decírtelas
{intentionally blank}
tener un hijo
criarlo
rogar por no ver su muerte
encender la tele
apagarla
encender la tele de nuevo
la neurosis de ser yo
martes, noviembre 29, 2005
martes, noviembre 01, 2005
Aprendices del Marqués
No sé cómo será en el universo masculino pero en el femenino, hombres "sepanlón", hay mujeres a las que nos gusta autoflagelarnos. En la superficie, parecemos chicas normales, muchas veces con ciertas capacidades excepcionales salvo este pequeño defectillo. Profesionales seguras, independientes, informadas y de buen aspecto. Si nos miran de afuera nadie sospecharía los pequeños actos cotidianos, inconscientes casi, que nos suman a cierto estado de miseria existencial.
Esa chica, sí, esa que va caminando por la calle de gafas oscuras, aferrada a su celular, se mira cada mañana en el espejo buscando obsesiva la aparición de una nueva marca que delate el paso del tiempo. Es la misma que deja el alma y el culo en su trabajo para que sus jefes lo noten de una vez por todas y le otorguen ese reconocimiento que sabe que merece largo y siempre parece tocarle a los otros. Es la que insiste en recibir respuesta de ese muchacho que la conoció una vez (o dos o tres) y ahora le esquiva. Es la que ya no prueba nada nuevo ni se aventura a lo desconocido sólo por curiosidad, porque está cómoda instalada en su rutina. Más no feliz. Es la que se conformó con su círculo habitual de amistades, aunque a veces la exasperen sus costumbres, porque es lo que hay y no es fácil conseguir amigos pasados los 30. Es la que dice que se olvidó de su ex pero está al tanto de cada uno de sus movimientos.
Y a la noche llora y se pregunta "¿por qué a mí?" y sigue sin soñar otras formas de existencia posibles.
Esa chica, sí, esa que va caminando por la calle de gafas oscuras, aferrada a su celular, se mira cada mañana en el espejo buscando obsesiva la aparición de una nueva marca que delate el paso del tiempo. Es la misma que deja el alma y el culo en su trabajo para que sus jefes lo noten de una vez por todas y le otorguen ese reconocimiento que sabe que merece largo y siempre parece tocarle a los otros. Es la que insiste en recibir respuesta de ese muchacho que la conoció una vez (o dos o tres) y ahora le esquiva. Es la que ya no prueba nada nuevo ni se aventura a lo desconocido sólo por curiosidad, porque está cómoda instalada en su rutina. Más no feliz. Es la que se conformó con su círculo habitual de amistades, aunque a veces la exasperen sus costumbres, porque es lo que hay y no es fácil conseguir amigos pasados los 30. Es la que dice que se olvidó de su ex pero está al tanto de cada uno de sus movimientos.
Y a la noche llora y se pregunta "¿por qué a mí?" y sigue sin soñar otras formas de existencia posibles.
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